En febrero de 2009, un niño de 13 años llamado Sasha Eager comenzó a pensar que gente venía a su casa a lastimar a su familia. Su madre Helen, miraba con pánico que iba en aumento como su hijo, olvidaba mientras jugaba las reglas del Uno, su juego de cartas favorito.
A la mañana siguiente ella comenzó a hacer frenéticas llamadas mientras que Sasha su hijo, se arrastraba por el patio desmenuzando papel y guardándolo en sus bolsillos. "Parecía un anciano demente".
Esa tarde, fue admitido en el hospital donde fue revisado por una serie de especialistas. Uno pensó que Sasha podía tener trastorno bipolar y prescribió antipsicóticos, los cuales no le ayudaron. Helen, psiquiatra infantil de la Universidad de Duke, sabía que las condiciones psiquiátricas se desarrollaban gradualmente. Sus síntomas habían aparecido repentinamente y algunos de ellos como las pupilas dilatadas y el habla arrastrada parecían sugerir no una enfermedad mental sino una alteración neurológica.
Su agitación parecía incrementarse y rechazaba comer, decía que la comida sabía a agua de caño. Cinco días después de que su extraña conducta comenzara, se encontraba en la unidad de cuidados intensivos, fuertemente sedado y alimentado por un tubo. Nadie tenía certeza de que estaba mal con él.
A partir de ese momento, dijeron sus padres, Sasha podía haber continuado por una espiral descendente hasta la hospitalización e incluso la muerte. Pero una colega de Helen, una neuróloga llamada Mohamad Mikati, había escuchado su historia y le practicó unos sencillos tests que consistían en tocarse la nariz y dibujar un reloj, tareas que había realizado con dificultad y de forma incompleta.
Mikati había visto un caso similar años antes, en un niño de 11 años que había sufrido síntomas similares durante tres meses y entonces se había recuperado espontáneamente. La causa, pensó Mikati, había sido una encefalitis o inflamación del cerebro. Sospechando que Sasha pudiera tener algo similar, ordenó practicarle un electroencefalograma para monitorear la actividad eléctrica de su cerebro.
Daniel, el padre de Sasha, observó la aguja bailar toda la noche, un signo de disfunción cerebral. Esta, pensó, quizá podría ser la clave para el diagnóstico y tratamiento.
Pero si Sasha sufría encefalitis, qué la había provocado? Los científicos saben que las alucinaciones y la conducta delirante pueden ser consecuencia de infecciones que pueden inflamar el cerebro pero Mikati había descartado que se tratase de una infección.
Sabía sin embargo, que las variantes de Encefalitis Autoinmunes existían. De hecho, dos años antes científicos habían identificado que el sistema inmune, aparentemente provocado por infecciones comunes en cualquier parte del cuerpo, podía atacar receptores importantes en el cerebro. Los síntomas podían ser similares a los de una esquizofrenia, pero un tratamiento adecuado no involucraba el uso de antipsicóticos. En cambio, la terapia era dirigida al sistema inmune.
Mikati le dio a Sasha una infusión de anticuerpos para sofocar los ataques autoinmunes y el niño comenzó a mejorar casi inmediatamente. Su cara recuperó el olor, su mirada perdida volvió a enfocarse, se tranquilizó y comenzó a pedir de comer.
Tanto Helen como Daniel sintieron algo de alivio pero a la vez se entristecieron por encontrar lo que parecía una tremenda resistencia de parte de algunos médicos. Helen pensó en los padres con menos recursos y aquellos que no tienen un psiquiatra infantil en casa. "Que hubiera pasado si ella y su esposo no hubieran actuado de la forma en que lo habían hecho?" Su hijo estaría muerto, pensó.
Dada su formación, la experiencia con su hijo despertó en Helen una pregunta más grande: Si las alteraciones autoinmunes del cerebro se asemejan tanto a las enfermedades psiquiátricas, entonces de donde provenían realmente?
La idea de que la locura puede tener una causa biológica - y de que no solo está en la cabeza de quien la padece - se remonta al siglo XIX cuando en los asilos en Europa estaban repletos de pacientes delirantes y dementes que sufrían de neurosifilis, una complicación tardía de la enfermedad venérea.
Asimismo, la noción de que tratar el sistema inmune puede ayudar a tratar la locura tampoco es novedosa. En 1927, un psiquiatra austriaco de nombre Julius Wagner-Jauregg recibió el premio nobel por su "piroterapia", método mediante el cual infectaba deliberadamente a sus pacientes con malaria para inducirles fiebre. Su tratamiento funcionó para algunos, pero otros murieron de malaria.
Casi una década después, esta idea parece resurgir basada en parte en observaciones que relacionan el sistema inmune con los síntomas psiquiátricos. Los científicos, han encontrado que activar por ejemplo el sistema inmune de una persona como piensan actúan cuando combate una infección viral puede causar en ella una profunda desesperación y pensamientos suicidas.
Por años, los científicos creyeron que el cerebro se encontraba separado del sistema inmune por la llamada barrera hematoencefálica, y no comprendían de qué manera el sistema inmune podía provocar cambios en la conducta.
En 2007, Josep Dalmau, neurólogo de la Universidad de Pensilvania descubrió una condición a la cual llamó Encefalitis antireceptores de NMDA, en la cual el sistema inmune atacaba receptores cruciales en el cerebro, provocando severos síntomas como neurológicos como psiquiátricos, los cuales incluían una conducta comparada a la de la niña poseida en El Exorcista.
Los científicos también habían notado que ciertas condiciones autoinmunes como el lupus estaban asociadas con la psicosis. Fue entonces que comenzaron a sospechar de ciertas infecciones podían activar el sistema inmune y contribuir a condiciones psiquiátricas. Dalmau proveyó suficiente evidencia de que el sistema inmune podía, de hecho, atacar el cerebro.
El desarrollo de pruebas y el hecho de que pacientes severamente enfermos pudieran recuperarse con el tratamiento provocó una ola de interés en las condiciones auto-inmunes del sistema nervioso central. Alrededor de doce condiciones, entre ellas condiciones similares a la demencia, ciertos tipos de epilepsia y un síndrome parecido al Parkinson han sido identificadas, y se sospecha que hay más.
Muchos de estos desórdenes son tratables con inmunoterapia. "Es un gran descubrimiento" le dijo a Helen, una reumatologa pediatra en Duke. Ella y sus colegas habían tratado a pacientes los cuales habrían sido dados como "perdidos" y encerrados en un asilo. "Los mejoramos y es increíblemente gratificante".
Aunque estas condiciones son raras, el campo de la Neurología Autoinmune se encuentra en expansión y debe forzar a una revaluación de las enfermedades mentales. Algunos científicos se preguntan si leves apariciones de depresión, esquizofrenia y trastorno bipolar podrían estar ligados de alguna manera a problemas en el sistema inmune.
Existe evidencia que apoya esta idea. Robert Yolken, científico de John Hopkins University estima que alrededor de un tercio de los esquizofrénicos muestra signos de activación inmune, aunque piensa que esto también podría estar relacionado con otros factores como la obesidad y el tabaquismo.
Y las enfermedades autoinmunes son más comunes entre los esquizofrénicos y sus familias que entre la población general, lo cual podría sugerir una vulnerabilidad genética compartida. Este tipo de alteraciones ha sido observada en pacientes con depresión y trastorno bipolar.
Un estudio retrospectivo reciente hecho por científicos del centro de investigación de las enfermedades neurológicas autoinmunes de la Clínica Mayo encontró que comparados con un grupo control de pacientes sanos, los pacientes psiquiátricos tienen una probabilidad mayor de albergar anticuerpos en el tejido cerebral. Lo cual implicaría que algunos de sus síntomas podrían derivar de problemas autoinmunes y consecuentemente podrían ser beneficiados con la inmunoterapia.
Cada vez más, los científicos se encuentran interesados en la relación entre la depresión y la inflamación sistémica, la respuesta del sistema inmune a las infecciones y otras causas que podían dispararla como una dieta pobre, la obesidad, el estrés crónico o trauma. Estudios sugieren que un tercio de las personas diagnosticadas con depresión tiene marcadores con altos niveles de inflamación en sangre.
Los científicos postulan que el malestar como el letargo de los que sufren depresión podría ser en realidad una forma de conducta asociada a su enfermedad, un instinto de descansar y recuperarse como hacen quienes sufren una infección viral. Los problemas surgen cuando el sistema inmune se encuentra activado por largo tiempo, lo cual los conduce a la depresión clínica.
Este entendimiento del rol del sistema inmune en cómo nos sentimos y comportamos sugeriría nuevas formas de tratamiento de las enfermedades psiquiátricas. En 2013, científicos de la Universidad de Emory vieron mejoras en pacientes con depresión que tenían marcadores que mostraban altos niveles de inflamación y que no habían respondido a los tratamientos convencionales cuando se les suministró un inmunosupresor llamado Infliximab.
Otros investigadores han encontrado que la aspirina, quizá la más antigua droga anti-inflamatoria podría ayudar como terapia complementaria a la esquizofrenia.
***
Sasha tuvo una recaída un año y medio después de su recuperación inicial. Fue la primera de cinco, dos de las cuales requirieron hospitalizaciones de dos meses.
Aunque Sasha fue diagnosticado con Encefalitis Autoinmune, los científicos no han establecido aún cuales anticuerpos causaron estragos en su cerebro. E incluso, su condición podría involucrar otros componentes del sistema inmune.
A sus 21 años, Sasha refiere sentir como si tuviera brasas en su cerebro que necesitan enfriamiento. Para controlar estas llamaradas, el usa poderosas drogas originalmente desarrolladas para el cáncer que suprimen el sistema inmune.
La formación de memoria cuando tiene recaídas se suprime, lo cual le hizo perder años de escuela, no obstante, se graduó con honores y fue admitido en la Universidad de North Carolina en Chapel Hill. "Si escribiera un libro lo llamaría "Memorias Fragmentadas" escribió en su aplicación para ingresar. "Después de cada hospitalización tengo que reconstruir mi vida desde cero".
Sus padres tienen la esperanza de encontrar una cura definitiva para "resetear" su sistema inmune. Sus padres han fundado junto con Susannah Cahalan, autora de Brain on Fire: My month of madness una fundación la cual busca crear conciencia acerca de esta condición, así como sanar la ruptura entre la Psiquiatría y la Neurología, entre la mente y el cuerpo. A menudo, dice Helen, "la psicosis es vista como una enfermedad en sí misma, pero es como una fiebre, es un síntoma de un montón de enfermedades"
Traducido y adaptado de
When the body attacks the mind
Publicado en The Atlantic
www.transformatuestres.com
Comentarios
Publicar un comentario